Dos
Abro los ojos levemente y el comandante me ofrece
un vaso con agua. Tiene la mirada fija en mí. Cree que colapsaré en cualquier
momento. Pero, yo ya no soy una niña pequeña que necesita vigilancia.
Sujeto el vaso y bebo despacio. El agua está
fresca.
El comandante acerca una silla y se sienta frente
a mí. Lo miro a los ojos, y por primera vez, aprecio mejor su rostro. Sus ojos
son de un azul índigo, que parecen seducir a cualquier chica que lo mirase de
cercas. Su pelo, liso y brillante, es de un rubio dorado, que cubre la mayor parte
de su frente. Mientras que, sus labios estrechos y sensuales, dan la sensación de
querer ser besados.
—¿Te encuentras mejor? —La pregunta interrumpe
mis pensamientos, y me pongo colorada como un tomate. Y el sonríe—. Parece que sí.
—¿Por qué me sigue protegiendo? —le pregunto,
evitando mirarlo a los ojos y esperando a que mis mejillas vuelvan a su tono normal.
—Solo sigo órdenes de mi superior.
Ya he escuchado esa frase antes. Fue la misma que
me dijo mi padre, pocos minutos antes de que fuera encarcelada y acusada de
tracción. Se suponía que él debía protegerme, pero no fue así. Él fue el
primero en dar la orden de mi captura.
No me esperaba menos de él, su posición siempre
fue más las importante.
Mi padre, John Wood, es el gobernador del estado
de la unión europea, en el área A. La nación enemiga de la Federación Rusa. Su
cargo es primordial dentro del consejo. Una regla no podría imponerse sin su
consentimiento, un ataque no podría ser efectuado sin una orden, y una ejecución
no podría ser realizada sin su presencia. Por eso, el presencio mi ejecución.
Sin embargo, no tuvo las agallas suficientes para impedirlo.
Si mi madre estuviera viva, las cosas serían muy
diferentes.